Estamos en la campiña inglesa. Berengario, un hombre joven y airado, llama al timbre de una mansión elegante. Al punto le abre la doncella, una mujer rancia llamada Beretrice.
BERENGARIO
Buenos días. Quiero saberlo todo sobre la escritura del sketch.
BERETRICE
No me diga. Y yo sobre el dadaísmo.
BERENGARIO
Vamos, no se haga la estúpida. Sé que vive aquí John Cleese, el de los Monty Python.
BERETRICE
El señor Cleese no está para nadie.
BERENGARIO
(Desconfiado) ¿En serio?
BERETRICE
Sí. Un giro en uno de sus sketches de enanos. Le salió mal y se hizo un esguince.
BERENGARIO
Entonces hablaré con usted.
BERETRICE
Caballero, ¿ve esta cofia que llevo en la cabeza? Hace mucho tiempo que dejó de interesarme la escritura de sketches. Además, tengo que hornear unas galletas con forma de protón y yacer con el chico de las caballerizas antes de las siete. Buenos días.
BERENGARIO
(Provocador) Seguro que era usted muy buena.
BERETRICE
La mejor. En un sketch de página y media te metía siete giros antes de que pudieras reírte del primer chiste. Ponía los remates al principio del sketch. Me gustaba innovar. John se volvía loco.
Berengario se ha quedado mirándola con una sonrisa, seductor, sin decir nada. Beretrice es una mujer airada pero tiene su corazoncito, de modo que…
BERETRICE
Pase. Le diré a Zacarías que le atienda. Es el mayordomo.
BERENGARIO
La hubiera preferido a usted.
Berengario entra en la mansión de John Cleese.
BERETRICE
Zacarías es muy bueno. Lo que escribe no tiene la más mínima gracia, pero es un teórico formidable. Le ayudará.
BERENGARIO
Los mayordomos me producen arrogancia y dolor de cabeza.
¿Y el chico de las caballerizas?
BERETRICE
¿Boby? Boby es fantástico. Sutil, elegante y divertido. Pero no le serviría. Jamás hace una escaleta. Se pone a escribir y ya está. Y es demasiado visceral. Cuando le sangra la nariz es que ya tiene el remate del sketch. Si le prende fuego al cobertizo es que no encuentra un sinónimo adecuado. Si le prende fuego a la señorita DuBois es que ya lo ha encontrado. La señorita DuBois es el ama de llaves. ¡Pero qué réplicas, señor mío! Que naturalidad.
BERENGARIO
Me quedo con el mayordomo.
BERETRICE
Buena elección.
Espere en la biblioteca.
Corte a:
Berengario está sentado en un sillón de la biblioteca, esperando.
Llega Zacarías, sigiloso, y se queda de pie, detrás de Berengario.
ZACARÍAS
Beretrice me ha dicho que quiere usted saberlo todo sobre la escritura del sketch.
BERENGARIO
De los labios de esa mujer sólo salen verdades.
Acabada la flemática presentación, Zacarías se sienta frente a Berengario.
ZACARÍAS
Debo reconocer que no ha empezado mal.
BERENGARIO
¿No cree que cuando Beretrice ha abierto la puerta debería haber esperado un par de réplicas más antes de soltar el primer chiste?
ZACARÍAS
No. Ha estado bien. Porque, en realidad, no se trataba de un chiste sino de un planting a bocajarro, inesperado. Y funciona. Los segundos que ha estado en la puerta mientras llamaba al timbre son suficientes para preparar el punch.
BERENGARIO
Podría haber sido más gracioso. No sé… Algo así: “Buenos días, quiero aprender a escribir como John Cleese para poder comprarme una mansión como esta y despedirla a usted por una más joven”
ZACARÍAS
Demasiado pronto. Créame. Ya ha hecho una buena entrada. El espectador quiere ver ahora la reacción de Beretrice. No haga aspavientos. Baile. Respete los pasos.
¿Quiere una absenta?
BERENGARIO
Gracias.
Zacarías sirve una absenta para cada uno. Ambos disfrutan de sus copas unos instantes, sin hablar, hasta que…
BERENGARIO
Hábleme de los giros, Zac.
ZACARÍAS
No. Nada de estructuras. Eso puede encontrarlo en cualquier manual. Es pura mecánica. Yo sólo voy a hacerle hincapié en un par de premisas que haría bien en no olvidar.
BERENGARIO
Suéltelas.
Pedazo de cabrón.
ZACARÍAS
Muy bien. Ese tipo de exabruptos entran muy bien en este diálogo tan académico que estamos teniendo usted y yo. Incluso un “grandísimo hijo de puta” hubiera encajado perfectamente, mire lo que le digo.
BERENGARIO
Gracias.
ZACARÍAS
Exageración. Concreción.
Hay que ser exagerados. Y hay que ser concretos.
Cuando Beretrice le ha dicho que Boby, el chico de las caballerizas, jamás hacía una escaleta y que, por esa razón, no era la persona más indicada para atenderle, la réplica podría haber terminado ahí. Y el sketch hubiera seguido avanzando. Pero la doncella ha empezado a exagerar diciendo todas esas barbaridades de prender fuego a no sé quien cuando no encontraba un sinónimo, o lo de la nariz… Le ha añadido humor. Y el sketch se lubrica. Se oxigena.
BERENGARIO
Yo tengo problemas con la exageración. No sé hasta donde hay que llegar.
ZACARÍAS
Me temo que ahí no voy a poder ayudarle. Depende de su sentido del humor. De su criterio. Boby podría incendiar el pueblo entero cada vez que tuviese problemas con un verbo reflexivo pero creo que es suficiente con que prenda fuego a la señorita DuBois. Es menos exagerado pero, bajo mi punto de vista, más gracioso.
Sin embargo, también podría haber exagerado mucho más diciendo que cada vez que se le atraganta una subordinada incendia Europa meridional. Eso es más gracioso que quemar el pueblo. Y es también igual de divertido que incendiar a la señorita Dubois. Pero, ojo, no Europa entera. Europa meridional.
BERENGARIO
¿Y si arrasa el hemisferio norte?
ZACARÍAS
(Dudando) Ummm,… no. Creo que sería demasiado. No funcionaría.
BERENGARIO
¿Por qué?
ZACARÍAS
No lo sé.
Berengario y Zacarías se entretienen un instante con sus copas mientras Berengario reflexiona sobre el último aserto de Zacarías.
BERENGARIO
¿Y las concreciones?
ZACARÍAS
Sólo lo concreto motiva. ¿Recuerda cuando Beretrice se excusó de hablar con usted por su falta de tiempo?
BERENGARIO
Entiendo. Podría haberme dicho simplemente que tenía que hacer la comida.
ZACARÍAS
Exacto. Sin embargo, le concretó que tenía que hornear unas galletas con forma de… partícula atómica, y que luego debía irse a follar con Boby, el chico de las caballerizas.
BERENGARIO
En las cuadras.
ZACARÍAS
No. Nada de cuadras. Eso sobra. Ya suponemos que lo harán en las caballerizas. Eso no es concretar, es hablar por hablar.
Concretar es que te atropelle el Talgo pendular de las siete cuarenta y cinco, y no que te atropelle un tren simplemente. Tenga en cuenta que es más divertido chocar contra un camión inglés lleno de coles de Bruselas que contra un camión.
¿Cree que estamos llegando a alguna parte, Berengario?
BERENGARIO
Cálmese, Zac. Estoy escuchándole.
Por cierto, ¿qué pasa con el remate?
ZACARÍAS
Quiere echar a perder esta conversación, ¿verdad?
BERENGARIO
(Provocador) No le gusta hablar del remate. Uh, uh.
ZACARÍAS
Escúcheme, pimpollo. Los remates no me dan miedo en absoluto.
BERENGARIO
Pero no tiene ni idea de cómo acabar este sketch.
ZACARÍAS
Tengo un montón de ideas para acabar este sketch.
BERENGARIO
(Cabroncete, preparando su cuaderno) Voy a ir apuntándolas.
Zacarías se queda mirando a Berengario, con cara de póker. No tiene ni idea de cómo rematar el sketch. Berengario le aguanta la mirada.
BERENGARIO
(Aburrido) ¿Va a ser un final abierto? Porque entonces me voy ya. No aguanto esos cruces de miradas, esos silencios, esos carraspeos,…
ZACARÍAS
¿Sabe cuantos sketches se han malogrado por intentar rematar a toda costa?
BERENGARIO
¿Y no será porque se empiezan a escribir sin tener clara la idea, el concepto? La sinopsis.
ZACARÍAS
Claro. Pero no pretenderá usted que cuando se escriben tres o cuatro sketches diarios haya tiempo para detenerse dos o tres horas a pensar en cada una de las sinopsis. Hay que echar mano del oficio. Y empezar a escribir, sólo con un planting. Sin conocer el final. Y ya veremos.
BERENGARIO
¿Y ya veremos? ¿Habla en serio? ¿Así que usted es el formidable teórico del sketch? Es peor que Boby, el chico de las caballerizas. El que escribe sin rumbo.
ZACARÍAS
Mire, llevamos ocho páginas de guión. Es un sketch larguísimo y se está usted poniendo impertinente. Vamos a acabar ya, ¿de acuerdo?
BERENGARIO
No, señor. Yo pienso seguir hablando y moviéndome. Me da igual que el sketch dure treinta y siete páginas más. Hay que rematar.
ZACARÍAS
¿No le parece bastante remate esta situación tan ridícula? Dos hombres discutiendo sobre si deben rematar o no un sketch.
BERENGARIO
Quiero verle rematar, Zac.
ZACARÍAS
Muy bien.
La absenta que le he servido lleva bobocaína. Paraliza las piernas.
Berengario comprueba que sus piernas tienen la misma movilidad que Manuel Fraga Iribarne. Se asusta, pero con dignidad.
BERENGARIO
Maldito cabrón.
ZACARÍAS
Resulta que se ha equivocado usted de casa y soy el Doctor Lecter. Después de vacilarle con la mierda esta de los sketches me lo como con patatas. Beretrice está loca. Boby no existe.
¿Qué le parece?
BERENGARIO
(Más asustado) Fácil. Y burdo. Prefiero el remate abierto.
ZACARÍAS
Bien. Pues quedémonos mirándonos con cara de perplejidad.
Berengario y Zacarías se quedan mirándose. Al cabo de un instante Berengario carraspea.
ZACARÍAS
Por el amor de Dios, cállese. O no acabaremos nunca este maldito sketch.
Berengario, finalmente, se calla. Empieza a fundir a negro. Pero entonces entra Beretrice, indignada.
BERETRICE
¿Que pasa aquí? No he dicho una palabra desde la página tres.
Berengario prefiere no decir nada. Zacarías reniega de Dios y le hace un gesto a Beretrice para que se calle.
BERETRICE
¿Qué pasa?
BERENGARIO
Estamos en un remate abierto.
BERETRICE
(Santiguándose) Santo cielo.
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