Estamos en la clase de un Instituto de Secundaria. Los alumnos están alborotados porque todavía no ha llegado el profesor.
Al punto entra una mujer vestida con chandal, en adelante Jessica, que se dispone a hablarles desde el estrado. Parece que tiene prisa.
JESSICA
(Airada)
Buenos días. Me llamo Jessica y soy la nueva profesora de Matemáticas.
Voy en chandal porque me da la gana. Conmigo aprueba todo quisqui aunque no pegue un jodido palo al agua. ¿Correcto?
Oímos aplausos y voces de aprobación.
JESSICA
La cosa está chupada. Son cinco pavos por cabeza y trimestre aprobado. Diez con notable. Y veinte si os ponen cachondos los sobresalientes.
La euforia es general. Todos los alumnos comienzan a soltar la pasta.
JESSICA
(Mientras recoge el efectivo entre los pupitres)
Faltar a mi clase una semana vale diez pavos, y cada trimestre veinticinco. Los hijos de puta que no quieran asomar la tocha en todo el curso me tienen que aflojar cincuenta machacantes.
Catarsis. Algunos alumnos que no creían en Dios reflexionan y admiten la existencia de un ser superior y bondadoso. Pero irrumpen en la clase dos policías acompañados por el Director.
POLICÍAS
(A Jessica)
Alto. Deja toda esa pasta en el suelo y pon las manos en la cabeza.
Jessica obedece y los policías la reducen.
DIRECTOR
(A los alumnos) ¿Pero vosotros estáis tontos o qué?
(A Jessica) Y usted, que poca vergüenza venir a timar a unos chiquillos.
JESSICA
(A los alumnos, mientras se la llevan)
Pero a que os lo habéis pasado bien, ¿verdad?
Todos los alumnos gritan que sí mientras reniegan de Dios entre lloriqueos y exabruptos.
JESSICA
(A los alumnos)
Cabroncetes, que sois todos unos cabroncetes.